Desde la medicina intensiva se ofrece asistencia a pacientes
con disfunción actual o potencial de uno o varios órganos que representan una
amenaza grave para su vida, que además requieren de cuidados/vigilancia
continuos y en los que a priori es posible su recuperación. Pero por desgracia esto no siempre es así, los
pacientes críticos no siempre evolucionan hacia la curación/
recuperación, sino que con relativa frecuencia fallecen. Estudios en Europa muestran que
aproximadamente de 31.417 pacientes ingresados en UCI durante 18
meses consecutivos, 4.248 mueren o tienen limitación del esfuerzo terapéutico,
lo que equivale al 13,5% de los pacientes.
Estos datos reflejan la necesidad de contemplar un nuevo
objetivo desde la medicina intensiva, sobre todo en relación con aquellas
situaciones en las que, aun esperando inicialmente la recuperación del
paciente, esta no sea posible.
Lo más importante es que en estas unidades no se
trata de alargar la vida de las personas a cualquier precio, sino que se tiene
en cuenta que cuando se hayan agotado las opciones terapéuticas disponibles o
no haya posibilidades de recuperación, se intentará aliviar en la medida de lo
posible el sufrimiento de la persona humana en su más amplio significado y
conservar aquella vida que a juicio del paciente merezca ser vivida.
Esta
semana he podido comprobar cómo ha trabajado el equipo de la UCI para ayudar a
llevar de la mejor manera el proceso de muerte de una paciente que por
desgracia ya no tenía cura. Las dos cosas primordiales en ese momento son que
el paciente no sufra, que no sea consciente de lo que está ocurriendo (con el
manejo de sedoanalgesia) y el apoyo a la familia, el proporcionarles intimidad
para poder vivir los últimos momentos de esa persona como deseen, resolverles
las dudas que en cualquier momento puedan surgirles y sobretodo evitar que vean
sufrir al paciente.
En conclusión, ante una situación como esta, como en
cualquier unidad, en la UCI además de
proporcionar alivio del dolor y de los síntomas generadores de malestar al
paciente, es imprescindible atender los diferentes aspectos psicosociales y
espirituales de este y sus familiares, facilitando un afrontamiento
adaptativo al ingreso en UCI y de manera especial al final de la vida y/o
fallecimiento de un ser querido, favoreciendo asimismo que el proceso del duelo
siga un curso normal.
Buen planteamiento inicial, pero ¿uales son las medidas que hay que llevara a cabo para evitar el sufrimiento de la familia y llevar a cabo un duelo no patológico?
ResponderEliminarPrincipalmente para evitar el sufrimiento de la familia, se intenta que no vean al paciente sufriendo, es decir, nuestra función es que el paciente esté lo más confortable posible. Además es importante mostrarse cercanos con los familiares, proporcionarles un ambiente cómodo y tranquilo, íntimo (con biombos en el box por ejemplo), el horario de visitas ilimitado, etc, para que puedan despedirse. Resolver cualquier duda que les surja y hacer natural el proceso de la muerte es una buena manera de que los familiares sufran lo menos posible.
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